El valor de lo esencial

De cada experiencia personal se aprende algo. Y de una experiencia global se aprende muchísimo, casi todo. Como mínimo, y ojalá se mantuviera en el tiempo, a respetar y valorar la vida más allá de lo nuestro.

Dicen que en los momentos difíciles se conoce a los buenos amigos. Yo añadiría: en esas circunstancias  aparece la verdad de cada persona, de cada colectividad.  ¡Cuánto agradecemos un “¿cómo estás?”! Pero también …”¿ cómo deben de estar en tal o cual lugar, en tal o cual situación?” Y en este sentido se abre el diafragma de nuestra vista y pensamiento y afloran otras pandemias crónicas, que matan sin virus y enferman cuerpo,  ánimo y  futuro de muchos seres humanos. Ahora nos centramos en nosotros, así debe ser. Esperemos que, cuando pase esta situación de nuestro entorno, continuemos “viendo” más allá.

Ha nacido el valor de lo esencial. Primero, la vida humana, la salud. Después, el cariño hacia los demás y la necesidad que tienen y tenemos de ellos. También la valoración y respeto por la cobertura personal y social pública de la que gozamos. Y, finalmente, pero quizás el más importante, el pan, en el sentido más amplio que se le quiera dar. 

¡Qué lejos quedan las tonterías por las que nos interesamos habitualmente!

Toda nuestra atención a las demandas de quienes deben enfrentar esta realidad día a día. Y todo el agradecimiento. Cedamos los  esfuerzos que se hacen para atender a los más vulnerables.

Cuando esto pase tendremos unas ganas enormes de socializar, abrazar, besar, viajar, trabajar… Cuando esto pase tendríamos que seguir luchando contra las pandemias no víricas, cercanas y lejanas.

 Hoy y siempre…Cuidarnos es cuidar la vida. Cuidar es cuidarnos el corazón.

G.C.