Soy una jubilada. Nunca como ahora me había sentido tan libre y tan vinculada a la vez.
La vorágine de la vida activa, dedicación profesional, responsabilidades familiares con ascendientes y descendientes, pérdidas irreparables, preocupaciones del día a día, no colaboran en la pausa serena para la reflexión, el espacio físico y temporal para amueblar nuestra privacidad y percepción. La inmediatez lo delimita todo: sí o no, blanco o negro, bueno o malo, verdad o mentira.
Sin eludir deberes, los jubilados nos permitimos esa pausa e intentamos abrirnos al quizás, al matiz del color, a la tolerancia, a escuchar o informarnos antes de juzgar.
Y miramos con otros ojos la reciente historia y esta realidad que, para bien y para mal, contribuimos a edificar.
NUNCA COMO AHORA…
…me sentí tan liberada de corsés ideológicos que, como los árboles, no permiten ver el bosque. De todo aquello que confronta y pretende borrar las miradas limpias hacia lo importante y alimenta la ceguera colectiva. Bandera blanca.
…había volado como un “dron” que, desde la cercana altura, no la lejanía emocional, contempla hermosos paisajes, algunos maltratados; mares y tierras que albergan belleza, pero especialmente vidas fallidas o inmenso dolor.
…admiré a mis jubilados que luchan no sólo por su hoy, sino, generosamente, por el presente y futuro de los nuestros, a pesar de la fragilidad de su salud. Me enorgullecí de mi género, de sus luchadoras: jóvenes que se muestran por el hoy y el mañana y mayores que no quieren que se repita el pasado. Y me conmoví ante la crueldad con la infancia herida.
… había valorado tanto el cuidado, el sacrificio, el gesto amable, el conocimiento, la investigación…de quienes nos regalan su trabajo para mejorar la vida; el pincel, el pentagrama, las palabras, la imagen, el movimiento…creadores de belleza y sensibilidad.
…me indigné ante la codicia mezquina, el orgullo excluyente, la falsedad, la intolerancia, la violencia emocional o física y la soberbia de la ignorancia atrevida. Aprecié la humildad de tanta gente y la futilidad de la apariencia, la solidaridad activa de personas anónimas en favor de los más vulnerables.
…tocaron mi corazón sencillas actitudes, sencillas palabras, de personas sencillas, muy lejos de los falsos gurús o “coaches” vanidosos quienes, tras sus gafas de sol, nos imponen contradictorios “consejos”. Porque se percibe inmensa soledad en gente rodeada de gente, que anhela la aprobación superflua o necesita la consideración virtual.
NUNCA COMO AHORA…
… había disfrutado al levantar la persiana cada mañana y reinventar mi día: tareas cotidianas, interés por la actualidad, aficiones y caminos aplazados. A ser posible sin reloj, sin más condición que mi cariño y responsabilidad con la familia, las amistades y como ciudadana. Y la salud. Saboreo el afecto que recibo, el mensaje vivencial de cada arruga, la privacidad y (¿por qué no?) la golosa pereza. En el silencio, alguna lágrima por heridas aún abiertas, en recuerdo de los que perdí, a lo que renuncié, la deslealtad del barco que zarpó sin avisar, con su carga pirata, o la culpa por el dolor que pude ocasionar.
Será la edad…
Sin embargo, hoy me confieso insatisfecha con mi “buenismo” global y cómodo, por no implicarme activamente en algunos de estos “nunca como ahora” y delegar esa labor en los demás. Antes no disponía de tiempo, hoy no tengo excusa.
Espero que seáis benévolos con este “totum revolutum” de reflexiones.
G.C.